Visitar las calles de Mingorría y transportarse a culturas pasadas a través de un paseo por sus monumentos y piezas arquitectónicas clave (la ermita de la Virgen, la Iglesia…); hospedarse en una comunidad hospitalaria y sentir la generosidad de su gente; disfrutar del relax que solo las zonas rurales pueden ofrecer; respirar aire puro, sentir la naturaleza y saborear la gastronomía autóctona con productos de la tierra. En definitiva, vivir un turismo de calidad.